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Kallis, Trueba y el cine decrecentista

Publicado originalmente en catalán en NUVOL el 7 de Julio de 2022

Hace pocos días coincidieron en Barcelona dos eventos que sobre el papel no parecían tener mucho en común. Por un lado, en el Institut d'Estudis Catalans, el economista Giorgos Kallis hablaba de los límites del crecimiento económico; un par de horas más tarde, el cineasta Jonás Trueba presentaba en el cine Girona Tenéis que venir a verla, su última película. Tuve la oportunidad de asistir a ambos eventos y me sorprendió gratamente darme cuenta de que una fuerte línea de conexión los enlazaba.

Desde entrada hay que decir que Kallis, al igual que todos los buenos economistas, es ante todo un filósofo. Su presentación se centró en analizar la paradójica relación de la sociedad occidental con la noción de límite: por un lado, tenemos grabado a fuego el mandato de "superar nuestros límites" (ya sea haciendo ultramaratones o enviando sondas de exploración a Marte); pero, al mismo tiempo, vivimos cada vez más atemorizados por la amenaza de un colapso total derivado precisamente de no haberlos respetado.

Ante esto, Kallis proponía una visión de los límites en positivo, entendiendo que casi podríamos considerarlos como la condición de posibilidad de una vida plena y satisfactoria. Con los límites no se debe luchar, venía a decir, sino que conviene verlos como la invitación a un equilibrio deseable. Que esta aspiración choque de lleno con un capitalismo adicto al crecimiento no la hace menos acertada; en todo caso, desacredita un sistema que nos lleva en línea recta hacia la autodestrucción. Aprendamos a vivir dentro de ciertos límites y encontraremos lo que tanto ansiamos buscar rompiéndolos.

Pues bien, esta filosofía es exactamente la que está en la base de la película que presentaba Trueba. Comenzando por su duración (no llega a los 65 minutos), todo en ella parece un canto al "menos es más". El argumento es minimalista (una pareja visita a unos amigos en las afueras de Madrid), la planificación es pausada (cincuenta planos en total), los personajes, muy pocos (solo los cuatro protagonistas y una fugaz aparición del pianista Chano Domínguez). Y es precisamente gracias a estas limitaciones (no a pesar de ellas) que la película fluye con la ligereza de una tarde primaveral. El "decrecentismo" del proyecto llega al extremo de que han decidido estrenarla en una sola sala por ciudad, casi como si fuera una obra de teatro, en un sorprendente acto de amistad y colaboración con un conjunto de exhibidores que el director considera tan partícipes de la obra como los actores y técnicos que la han hecho.

En el coloquio que siguió a la proyección, Trueba profundizó en su filosofía de trabajo. No renuncia a hacer proyectos más grandes, pero está convencido de que en la dimensión reducida se esconde algo muy valioso. En el cine todo tiende a sobredimensionarse, todos intentan inflar cada nuevo proyecto como un globo, se vive bajo el imperativo constante de producir más y más grande. Ante esto, él opone la práctica de un reducido grupo de amigos haciendo películas artesanales con la modestia de una colonia de hormigas (uno de los planos de Tenéis que venir a verla desarrolla visualmente esta metáfora). Y se da cuenta de que en estas condiciones puede aflorar una libertad y autenticidad que difícilmente germinaría en la carrera desbocada hacia la enésima superproducción del año.

Kallis hablaba de nuestra relación con el planeta y con el conjunto de la humanidad. Trueba de su relación con el arte y la libertad creativa. Y ambos llegaban a la misma conclusión: el secreto de la buena vida consiste en vivir en armonía con nuestros límites.