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Algunos turistas buenos

Publicado en la revista Districte15, en Noviembre de 2015

—Es la noche del 18 al 19 de Julio de 1936 —dice Nick, abarcando toda la Plaza Cataluña con el brazo—. En la plaza hay varias decenas, quizás algunos centenares de personas que duermen, o que al menos lo intentan. ¿Quiénes son? Son jóvenes franceses que han venido en motivo de la Olimpiada Popular.

Nick ha conseguido el efecto que buscaba. El grupo de turistas le escucha con gran expectación, preguntándose qué debía de ser eso de la Olimpiada Popular y por qué demonios todos esos franceses dormían en la plaza.

—¿Alguien sabe qué ciudades compitieron para organizar los Juegos Olímpicos de 1936?

Dos o tres turistas se atreven a mascullar tentativamente una respuesta:

—¿Berlín? ¿París…?

—Berlín y Barcelona —corrige Nick—. Y ganó Berlín. Tened en cuenta que la decisión se tomó en 1931, cuando Hitler aún no había accedido al poder. Lo que ocurre es que luego, una vez los nazis llegaron al gobierno, quisieron utilizar las Olimpiadas como una gran operación de propaganda. En muchos lugares hubo movimientos de protesta, de hecho algunos países boicotearon los Juegos, y Barcelona, que había perdido la nominación, organizó unas olimpiadas alternativas, populares, con una clara intención anti-racista y obrera.

Nick ilustra su explicación con fotos de los carteles del evento, que muestra en su ipad. A pesar de que hoy está algo ronco, tiene la voz y la dicción de un actor de la Royal Shakespeare Company, y domina a la perfección el arte de mantener a su audiencia sumamente atenta. Llevamos ya casi media hora en la Plaza Cataluña, reviviendo esa noche en que parte del ejercito se rebeló contra el gobierno legítimo de la República, iniciando así la guerra que terminaría con la imposición del régimen fascista del General Franco.

Las de Nick Lloyd no son visitas guiadas al uso. Empiezan días antes de la visita propiamente dicha, con un par de mensajes electrónicos en los que recomienda lecturas preparatorias y una selección de películas y documentales sobre la Guerra Civil. Luego, poco después de que el grupo de turistas se reúna, Nick los sienta en un banco de la plaza y les invita a estudiar ("empollar" es la palabra que usa) y luego a recitar de memoria los nombres y la orientación política de los principales agentes de la contienda. Por un momento, uno tiene la sensación de estar en un internado británico. Nick se justifica diciendo que hace falta familiarizarse con la siglas del periodo si se quiere comprender el enrevesado solapamiento de guerra y revolución que tuvo lugar en Barcelona entre el 36 y el 39. «Esto no es una visita turística», advierte solo empezar; «es una clase de historia».

El público que ha acudido hoy al tour es bastante joven. Exceptuando un matrimonio de jubilados irlandeses, todos los demás deben de rondar los treinta años. Hay dos suecos altos y delgados que parecen disponer ya de sólidos conocimientos acerca de la Guerra Civil. Les pregunto de donde les viene el interés y me cuentan, sin entrar en detalles, que en su país militan en movimientos de radical politics. Luego hablo con una chica de Toronto, que pasará un trimestre en Barcelona y que está muy interesada en lo que ella llama anarco-tourism. Este paseo por los lugares de la Guerra Civil es de hecho su primera toma de contacto con la ciudad. También ha venido una pareja de Londres, quizás en su luna de miel, que de entrada me han parecido algo tímidos. Como al principio casi no hablaban, he pensado que quizás se sentían un poco fuera de lugar, pero a medida que la excursión ha ido avanzando hemos empezado a charlar y me han hecho preguntas muy concretas y atinadas sobre la historia de la guerra y sobre la transición a la democracia (algunas de las cuales, para mi vergüenza, he tenido muchas dificultades en responder). Un holandés y un alemán que viajan por libre, y que no andan escasos de conocimientos históricos, completan el grupo.

Nos paramos ahora enfrente del hotel Continental, en las Ramblas, donde George Orwell y su mujer se alojaron mientras estuvieron en Barcelona durante la guerra. Nick saca de su cartera una copia de Homenaje a Cataluña y empieza a leer los párrafos en los que Orwell describe sus primeras impresiones sobre la ciudad (en realidad no lee sino que recita. Se sabe el largo texto de memoria y lo declama con aplomo). Arrullados por las palabras de Orwell, conseguimos imaginar, a pesar de encontrarnos delante de una tienda Desigual, esas Ramblas donde sonaban canciones revolucionarias día y noche, las cajas de los limpiabotas estaban pintadas de rojo y negro, los camareros trataban a los clientes sin servilismo y las propinas estaban prohibidas.

Luego la visita continúa por las calles del barrio Gótico hasta llegar a la Plaça de Sant Felip Neri, con sus paredes acribilladas por las bombas de la aviación italiana. Una vez más, las palabras de Nick nos transportan a una mañana de 1938, cuando los maestros de una escuela evacuaron a los alumnos de las aulas, sin saber que al poco rato caería una bomba justo ahí donde buscaban refugio. Ni siquiera los otros dos grupos que hay en la plaza (son casi las 12h, nos acercamos al prime-time de las rutas turísticas), nos sacan de nuestra ensoñación histórica.

Aún nos detendremos en unos cuantos lugares más, incluyendo la raquítica sede que se le ha adjudicado al Memorial Democràtic, antes antes de terminar el recorrido en el bar La Llibertària, de la calle Tallers, donde la clase magistral acaba mutando en algo más parecido a una tertulia, y Nick nos cuenta que menudo acuden a la visita descendientes de los brigadistas internacionales que lucharon en la guerra.

Ya en el metro, de regreso a casa, Nick me explica con satisfacción que hay bastante gente interesada en hacer la ruta. Cinco días a la semana, de diez a doce personas deciden pasar una larga mañana paseando por Barcelona y hablando de la Guerra Civil. Y esto desde hace ya algunos años.

A mí me cuesta creerlo, porque estoy acostumbrado a pensar que a los turistas solo les interesa la Sagrada Familia y el museo del Barça. Escéptico, cuando llego a casa trato de comprobar, con la ayuda de internet, si lo que dice Nick es cierto.

Pues parece que sí: la red hierve con críticas entusiastas a su clase de historia de cinco horas, y centenares de personas recomiendan ese paseo como una de las mejores actividades que se pueden hacer en Barcelona. Entre los comentarios, encuentro la siguiente frase:

“Resulta sorprendente que Barcelona conserve tan pocos vestigios y conmemoraciones de la Guerra Civil. Ese breve periodo de auto-gobierno obrero en 1936 es una de las contribuciones más importantes de la ciudad a la historia mundial.”

Reconforta que un turista diga eso. Estaría bien que más autóctonos también lo dijeran. Yo ya casi estaba a punto de creer que la contribución más importante de la ciudad a la historia mundial era Lionel Messi.